Tuvo Carmona, en época romana, cuatro puertas que permitían la comunicación de la ciudad amurallada con el exterior. De ellas sólo permanecen dos: la de Sevilla y la de Córdoba, debido a las numerosas y decisivas batallas ocurridas en nuestra tierra con el paso de la historia.

En el urbanismo romano estas dos puertas principales se conectaban por el «cardo máximo», constituyendo el principal eje viario de la ciudad. Aún hoy permanece, casi sin cambios, este trazado que permite el acceso a la ciudad por ambas puertas y su interconexión. Por los resultados de las investigaciones arqueológicas sabemos que el S. I fue para Carmona una etapa de prosperidad económica que propició la construcción de grandes e importantes edificios públicos, entre ellos la Puerta de Córdoba, que constituiría no sólo una puerta de carácter defensivo sino incluso propagandístico. En la Puerta de Córdoba podemos apreciar las huellas de las diferentes culturas que en nuestra ciudad se han establecido con el paso de la historia. En época de los Reyes Católicos la Puerta perdió su primigenia función defensiva y, con ello, su austero aspecto militar, tomando una función fiscalizadora de los productos elaborados fuera de las murallas, ejerciendo en la práctica como una aduana y adquiriendo, por tanto, una arquitectura civil.

En el S. XVI se le hicieron reformas renacentistas y a principios del S. XVII se acordó colocar hermosos motivos ornamentales, como escudos y estatuas de mármol, hoy en día perdidas, que dignificaron la Puerta. El aspecto barroco se le confirió en época de Carlos II, con las reformas de 1688. A finales del S. XVIII se realizó la última intervención, a cargo del afamado arquitecto neoclásico, natural de Carmona, José Chamorro, reedificándose parte del monumento y consolidándose el conjunto.

La planta consiste fundamentalmente en un muro recto de sillería almohadillada, de unos diez metros de altura, flanqueados por dos torres militares defensivas de planta octogonal rematadas de almenaje de construcción romana. El vano central se resuelve con una bóveda de medio punto, cuya fachada exterior se enmarca entre dos pares de columnas toscanas sobre balaustre. A ambos lados se encuentran ventanales fingidos enmarcados por pilastras y rematados por frontones triangulares. Junto a las citadas torres octogonales se disponen otras solitarias columnas toscanas, que soportan junto con aquellas el cuerpo superior se encuentran dos escudos: el real y el de la ciudad. La cara interior de la puerta es mucho más sencilla, de estilo jónico y denticular. En su cuerpo superior aparece el escudo de la ciudad. En el intradós del vano principal se mantiene un interesante lienzo dieciochesco, que representa a la Virgen de Gracia, patrona de la ciudad.

En las últimas investigaciones arqueológicas, realizadas con carácter previo a la restauración, se ha descubierto que posee dos puertas pequeñas, a cada lado de la principal, que se cegaron en el S. II, a causa de la inestabilidad política, encontrándose actualmente en el interior de las casas adosadas, lo que la convierte en la única puerta romana de tres arcos, de carácter defensivo, que existe en la península ibérica.

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